Nos
quedó por publicar un trabajo de clase que redactamos entre todos.
Sirva la ocasión para dejar aquí esta página y esta entrada como
despedida. Un abrazo a todos. Muchas gracias y hasta siempre.
Javier.
EL
CAZADOR CAZADO.
Un
ciervo, una liebre, una ardilla y un ánsar coincidieron un día en
un rincón apartado del bosque.
¿Qué
hacían allí? Estaban escondidos de los disparos del cazador. Este
solía aparecer regularmente a pegar sus "tiritos".Siempre
se llevaba a algún animal por delante. Aterrorizados y nerviosos no
paraban de moverse en su escondrijo:
-¡Estaos
quietos! -musitó la ardilla-. El movimiento de las ramas puede
delatarnos.
Cuando
los 4 oyeron que se alejaba el ruido del 4x4, supieron que ya
estaban a salvo.
En
un claro del bosque...
-No
podemos seguir así -dijo la liebre-. Si corro me caza.
-Si
localiza mi cornamenta, muerto también -afirmó el ciervo.
-No
os quiero decir si me viera volando -continuó el ánsar.
-¡Tenemos
que hacer algo! ¡Le prepararemos una trampa! -sentenció la ardilla
encaramada en los cuernos de ciervo. A lo largo de la semana los 4
amigos se emplearon en conseguir todo lo necesario para llevar a cabo
su plan: buenos manjares, unas cuerdas y una...¡red!
Llegó
el día, los disparos comenzaron a sonar: el cazador había
llagado.Todo estaba preparado. De repente, al pie de un alcornoque,
el cazador divisó sobre un mantel unos deliciosos manjares.
-¡Qué
hambre tengo! No sé de quién serán estos exquisitos platos pero no
dejaré que se lo coman las hormigas.Y además, ¡hay vino!
Todo
aquello hizo su efecto, el cazador cayó en un profundo sueño.
Entoces los 4 amigos pusieron en marcha su plan.
La
ardilla con sus ágiles manos ató cuatro cuerdas a una red
camufladas por hojas en el suelo. La liebre cogió aquellas y las
pasó por una rama del alcornoque. Luego, el ánsar, las llevó a los
cuernos del ciervo mientras la ardilla las fue anudando.
Finalmente,
el ciervo no dejó de correr hasta que llegó al río. Allí,
desatadas las cuerdas, el cazador cazado fue arrastrado por la
corriente, y de él nada más se supo.
Desde
aquel día volvieron a oírse los sonidos propios del bosque sin que
los interrumpieran los disparos de los cazadores.