viernes, 16 de mayo de 2014

El cazador cazado.



Nos quedó por publicar un trabajo de clase que redactamos entre todos. 
Sirva la ocasión para dejar aquí esta página y esta entrada como despedida. Un abrazo a todos. Muchas gracias y hasta siempre.
Javier.


EL CAZADOR CAZADO.
Un ciervo, una liebre, una ardilla y un ánsar coincidieron un día en un rincón apartado del bosque.
¿Qué hacían allí? Estaban escondidos de los disparos del cazador. Este solía aparecer regularmente a pegar sus "tiritos".Siempre se llevaba a algún animal por delante. Aterrorizados y nerviosos no paraban de moverse en su escondrijo:
-¡Estaos quietos! -musitó la ardilla-. El movimiento de las ramas puede delatarnos.
Cuando los 4 oyeron que se alejaba el ruido del 4x4, supieron que ya estaban a salvo.
En un claro del bosque...
-No podemos seguir así -dijo la liebre-. Si corro me caza.
-Si localiza mi cornamenta, muerto también -afirmó el ciervo.
-No os quiero decir si me viera volando -continuó el ánsar.
-¡Tenemos que hacer algo! ¡Le prepararemos una trampa! -sentenció la ardilla encaramada en los cuernos de ciervo. A lo largo de la semana los 4 amigos se emplearon en conseguir todo lo necesario para llevar a cabo su plan: buenos manjares, unas cuerdas y una...¡red!
Llegó el día, los disparos comenzaron a sonar: el cazador había llagado.Todo estaba preparado. De repente, al pie de un alcornoque, el cazador divisó sobre un mantel unos deliciosos manjares.
-¡Qué hambre tengo! No sé de quién serán estos exquisitos platos pero no dejaré que se lo coman las hormigas.Y además, ¡hay vino!
Todo aquello hizo su efecto, el cazador cayó en un profundo sueño. Entoces los 4 amigos pusieron en marcha su plan.
La ardilla con sus ágiles manos ató cuatro cuerdas a una red camufladas por hojas en el suelo. La liebre cogió aquellas y las pasó por una rama del alcornoque. Luego, el ánsar, las llevó a los cuernos del ciervo mientras la ardilla las fue anudando.
Finalmente, el ciervo no dejó de correr hasta que llegó al río. Allí, desatadas las cuerdas, el cazador cazado fue arrastrado por la corriente, y de él nada más se supo.
Desde aquel día volvieron a oírse los sonidos propios del bosque sin que los interrumpieran los disparos de los cazadores.